domingo, 27 de febrero de 2011

CUENTO SUFI


Los sufis constituyeron una corriente mística -que nosotros conocemos más como la filosofía de los derviches-, que utilizaba la parábola y el cuento para transmitir sabiduría, como casi todos los pueblos místicos de la historia.

El protagonista de las historias sufis es siempre el mismo, se llama Nasrudím y es un personaje muy particular. A veces es un viejo decrépito, a veces es un joven; otras, un sabio y otras un torpe o un tonto. También aparece como un hombre adinerado, o como un mendigo. Pero siempre se llama Nasrudím. Que esos personajes tan distintos tengan el mismo nombre, quizá sirva para mostrar que nosotros somos, también, cada uno de esos personajes. O tal vez, que tenemos la capacidad de ser de diferentes maneras.

Específicamente en esta historia, Nasrudím es un hombre que, por alguna razón que él desconoce, ha cosechado fama de ser lo que entre los sufis se denomina "un iluminado", esto es, alguien que ha logrado un cierto conocimiento sobre cuestiones importantes y trascendentes para otros. El, sin embargo, sabe que en realidad no sabe nada; está convencido de que lo único que él ha hecho es viajar y escuchar, pero que con certeza no tiene grandes cosas para decir.


El cuento empieza cuando Nasrudím llega a un pequeño pueblo en algún lugar de Medio Oriente. Era la primera vez que estaba en ese pueblo y una multitud se había reunido en un auditorio para escucharlo. Nasrudím, que en verdad no sabía qué decir, se propuso improvisar algo. Entró muy seguro y se paró frente a la gente. Abrió las manos y dijo:

- Supongo que si ustedes están aquí, ya sabrán qué es lo que yo tengo para decirles.

La gente dijo: - No... ¿Qué es lo que tienes para decirnos? No lo sabemos. ¡Háblanos!

Nasrudím contestó: - Si ustedes vinieron hasta aquí sin saber qué es lo que yo vengo a decirles, entonces no están preparados para escucharlo.

Dicho esto, se levantó y se fue.

La gente se quedó sorprendida. Habría sido un fracaso total si no fuera porque uno de los presentes, mientras Nasrudím se alejaba, dijo en voz alta: - ¡Qué inteligente!

Y como siempre sucede, cuando uno no entiende nada y otro dice "¡qué inteligente!", para no sentirse un idiota uno repite: "sí, claro, qué inteligente". Y entonces, todos empezaron a repetir: - ¡Qué inteligente!.

Hasta que uno añadió: - Sí, qué inteligente, pero... qué breve.

Y otro agregó: - Tiene la brevedad y la síntesis de los sabios. ¿Cómo nosotros vamos a venir acá sin siquiera saber qué venimos a escuchar? Qué estúpidos que hemos sido. Hemos perdido una oportunidad maravillosa. Qué iluminación, qué sabiduría. Vamos a pedirle a este hombre que dé una segunda conferencia.

Entonces fueron a ver a Nasrudím, aludiendo que su conocimiento era demasiado para reunirlo en una sola conferencia. Nasrudím dijo que no, que de ninguna manera, que su conocimiento apenas alcanzaba para una conferencia y que jamás podría dar dos. La gente dijo: - ¡Qué humilde! E insistió en que querían escucharlo una vez más, hasta que finalmente, después de mucho empeño, Nasrudím accedió.

Al día siguiente, el supuesto iluminado regresó al lugar de reunión, donde había más gente aún, se paró frente al público e insistió en su técnica:

- Supongo que ustedes ya sabrán qué he venido a decirles.

La gente, cuidando de no ofender al maestro con la infantil respuesta de la anterior conferencia, dijo:

- Sí, claro, por supuesto que lo sabemos. Por eso hemos venido.

Nasrudím bajó entonces la cabeza y añadió:

- Bueno, si todos ya saben qué es lo que vengo a decirles, yo no veo la necesidad de repetirlo.

Se levantó y se volvió a ir.

La gente volvió a quedar estupefacta. Hasta que alguien, otro alguien, gritó: - ¡Brillante!, tras lo cual el resto comenzó a decir:

- ¡Sí, claro, este es el complemento de la sabiduría de la conferencia de ayer! - ¡Qué maravilloso! - ¡Qué espectacular! Y enseguida se oyó: -

¡Queremos más, queremos escucharlo más. Queremos que este hombre nos dé más de su sabiduría!

De manera que una delegación de los notables fue a verlo para pedirle que diera una tercera y definitiva conferencia. A pesar de la negativa de Nasrudím, la gente le imploró, le suplicó, le pidió una y otra vez, hasta que aquella persistencia lo persuadió y, finalmente, aceptó.

Por tercera vez, se paró frente al público, que ya era multitudes, y les dijo:

- Supongo que ustedes ya sabrán qué he venido yo a decirles.

Esta vez, la gente se había puesto de acuerdo: sólo el intendente del pueblo contestaría. El hombre, desde la primera fila, dijo: - Algunos sí y otros no...

En ese momento, un largo silencio estremeció al auditorio. Todos siguieron a Nasrudím con la mirada. Entonces, el maestro respondió:

- En ese caso, los que saben... cuéntenle a los que no saben.

Y nuevamente se levantó y se fue.

¿Cuándo y cómo sabemos, que lo que sabemos es realmente algún saber?

¿Cuándo y cómo sabemos que lo que creemos, o sabemos que somos hoy, seremos mañana?

¿Cuánto es en realidad lo que sabemos, más allá del propio involucramiento que limita nuestra visión de las cosas?

domingo, 20 de febrero de 2011


Los cuatro acuerdos toltecas

1. No supongas.
* No des nada por supuesto.
* Si tienes duda, aclárala.
* Si sospechas, pregunta.
* Suponer te hace inventar historias increíbles que sólo envenenan tu alma y que NO TIENEN FUNDAMENTO.
2.- Honra tus palabras.
* Lo que sale de tu boca es lo que eres tú.
* Si no honras tus palabras, no te estás honrando a ti mismo; si no te honras a ti mismo, no te amas.
* Honrar tus palabras es honrarte a ti mismo, es ser coherente con lo que piensas y con lo que haces.
* Eres auténtico y te hace respetable ante los demás y ante ti mismo.
3. Haz siempre lo mejor que puedas.
* Si siempre haces lo mejor que puedes, nunca podrás recriminarte nada o arrepentirte de nada
4.- No te tomes NADA personal.
* Ni la peor ofensa.
* Ni el peor desaire.
* Ni la más grave herida, debes tomarlo personal.
* Quien te ofende tiene un veneno que descarga contra ti, por no saber cómo deshacerse de él.
* En la medida que alguien te quiere lastimar, en esa medida ese alguien se lastima a sí mismo. Pero el problema es de Él y no tuyo.
Según la tradición Tolteca, poniendo en práctica estos 4 acuerdos tu vida puede cambiar, siempre y cuando seas impecable con ello. En la medida que alguien te quiere lastimar, en esa medida ese alguien se lastima a sí mismo. Pero el problema es de Él y no tuyo.

miércoles, 16 de febrero de 2011


La lección de cada fracaso
“Una persona inteligente se recupera enseguida de un fracaso, pero una persona mediocre tarda mucho en recuperarse de un triunfo”

Thomas Alva Edison nació en 1847. Era el séptimo hijo de una familia humilde recientemente establecida en Ohio y que había pasado por numerosas penalidades. A los ocho años, el pequeño Thomas acudió por primera vez a la escuela. Después de tres meses de asistencia a clase, un día regresó a su casa llorando: el maestro lo había calificado de alumno 'perezoso e inútil'.

Su madre logró que el chico fuera readmitido en la escuela y aquello supuso un gran respaldo para él: 'Descubrí que una madre es algo maravilloso. Fue la defensora más entusiasta que hubiera podido tener cualquier niño, y fue precisamente entonces cuando tomé la decisión de que sería digno de ella y le demostraría que no estaba equivocada.'

A los doce años trabajaba vendiendo periódicos en el tren matutino que iba de Port Huron a Detroit. En la ciudad de destino el tren hacia una parada de seis horas, que el pequeño Edison aprovechaba para ir a una biblioteca pública donde empezaba por el primer libro del panel inferior y seguía por orden con los demás hasta terminar con toda la estantería.

No se conformaba con leer insaciablemente, sino que probaba diferentes experimentos basándose en lo que leía. Utilizaba un vagón vacío como taller y laboratorio, y pronto comenzó a editar el Grand Trunk Herald, un sencillo semanario del que tiraba cuatrocientos ejemplares.

A los dieciséis años empezó a trabajar como telegrafista. A los dieciocho, obtuvo un empleo en la Western Union y se trasladó a Cincinnati y luego a Boston. Edison ideó a los veintiún años un instrumento muy simple para el recuento mecánico de votos. Al año siguiente, en 1869, consiguió en Nueva York un empleo de condiciones muy ventajosas, después de haber resuelto una grave avería en un indicador telegráfico que señalaba los precios del oro en la Bolsa.

A los treinta años llevó a cabo uno de sus primeros inventos importantes, el fonógrafo. A continuación, se propuso encontrar un material que permitiera construir una bombilla incandescente. Al fin, consiguió un filamento de bambú carbonatado que alcanzaba la incandescencia sin fundirse.

El 21 de octubre de 1879 Edison realizó la primera demostración pública ante más de tres mil personas reunidas en Menlo Park (California), con una bombilla que lució ininterrumpidamente durante 48 horas. Edison logró comercializar un primer prototipo viable de bombilla eléctrica que llegaba a funcionar 1200 horas.

Hubo muchos más inventos, bastantes de los cuales fueron la base para el avance de la industria eléctrica, la electrónica y el cine. Cuando Edison falleció en Nueva Jersey en 1931, era ya considerado como uno de los más importantes inventores de la historia, con más de mil trescientas patentes en los más diversos ámbitos.

De todos aquellos logros, quizá el de la bombilla incandescente requirió de él un particular esfuerzo. Durante ochocientos días, con bastantes de sus noches, apoyado por sus colaboradores, tuvo la paciencia de ensayar con más de mil fibras diferentes, tanto vegetales como minerales y animales.

Se cuenta que, durante las últimas semanas, uno de sus colaboradores le preguntó por qué persistía de esa forma en aquel empeño, tras casi mil intentos sin haber conseguido otra cosa que fracasos. Edison le respondió con sencillez: “No son fracasos. En cada experimento he descubierto un motivo por el que la bombilla no funcionaba. Gracias a eso, he logrado saber ya mil formas de cómo no se debe hacer una bombilla”.

Cada error trae consigo una enseñanza, aunque sólo sea un simple detalle que corregir y mejorar. Hay muchas cosas que no nos salen bien, y a lo mejor llevamos tiempo aparentemente sin avanzar, pero, si seguimos buscando pequeños detalles en que mejorar, sin desalentarnos, quizá ya hemos aprendido mucho y nos falta poco para llegar a un buen resultado.

Se ha dicho que “una persona inteligente se recupera enseguida de un fracaso, pero una persona mediocre tarda mucho en recuperarse de un triunfo”. A veces, los fracasos son un modo de aprender y, en cambio, los éxitos nos hacen acomodarnos en una mediocre complacencia.

Fuente: http://www.interrogantes.net

miércoles, 9 de febrero de 2011

Boedo Barrio de tango y cultura



De mis cuarenta y nueve años, he vivido veintidos en éste Barrio, y admiro cada día sus bares llenos de gente siempre, las escuelas de teatro, las movidas comunitarias...
Para conocer y elegir
Mabel Ieraci

jueves, 3 de febrero de 2011

Un regalo...


Hace apenas unos días conocí al Padre Francisco del Convento de San Francisco... Quién con una enorme ternura me cuenta sobre su huerta y los logros, sobre los pájaros que comen las uvas de la parra, sobre los insectos... Me habló de su nombre, después me habló del mío "Mabel, es la conjunción de María e Isabel", yo nunca había escuchado eso, y pensé, que no es casual, María es la amadísima madre de Jesús, María se llaman mis mejores amigas, Isabel era el nombre de mi queridísima e inolvidable Tía y Madrina... No es casual...Mi nombre me ensambla con amores del alma, es una ratificación de los sentimientos... y el Padre Franscico, ayer me regaló un decenario, hermoso regalo, es un pequeño Rosario con diez semillas y una cruz, con el que se puede seguir el rezo de un misterio, un decenario que hace con sus manos cansadas y limitadas por un problema de salud, pero me lo regaló desde el corazón y con el mío lo recibí, lo bendijo, y me dijo al darmelo: "Llevalo con vos, rezale por donde estés, en el colectivo, en la cola del banco, donde sea. Hay que rezar mucho, porque el tiempo pasa pronto y no tenemos mucho"
Todo me lo dijo con una sonrisa muy calida y dulce, y agregó "Rezá muchos GLORIA, SE NECESITA, y buscá en tu computadora las Bienaventuranzas de Tomás Moro", Y me las empezó a recitar:
"Felices los que saben reírse de sí mismos,
porque nunca terminarán de divertirse.
Felices los que saben distinguir una montaña de una piedrita,
porque evitarán muchos inconvenientes..."
-Buscalas y leelas y tenelas a mano, me dijo mientras se despedía.
Agradecí mucho, mucho, y me pareció que me quedé corta, nuestra charla es a través de una ventana, con reja, pero de algo estoy segura, algo más nos conecta, Dios sabe muy bien lo que hace, y éstas personas hermosas que aparecen en mi vida son regalos cotidianos, iluminan mi alma, y me despiertan la esperanza...
Mabel Ieraci.-

EL GUSTO DE VIVIR
Felices los que saben reírse de sí mismos,
porque nunca terminarán de divertirse.

Felices los que saben distinguir una montaña de una piedrita,
porque evitarán muchos inconvenientes.

Felices los que saben descansar y dormir sin buscar excusas porque
llegarán a ser sabios.

Felices los que saben escuchar y callar,
porque aprenderán cosas nuevas.

Felices los que son suficientemente inteligentes,
como para no tomarse en serio,
porque serán apreciados por quienes los rodean.

Felices los que están atentos a las necesidades de los demás,
sin sentirse indispensables,
porque serán distribuidores de alegría.

Felices los que saben mirar con seriedad las pequeñas cosas
y tranquilidad las cosas grandes,
porque irán lejos en la vida.

Felices los que saben apreciar una sonrisa
y olvidar un desprecio,
porque su camino será pleno de sol.

Felices los que piensan antes de actuar
y rezan antes de pensar,
porque no se turbarán por los imprevisible.

Felices ustedes si saben callar y ójala sonreir
cuando se les quita la palabra,
se los contradice o cuando les pisan los pies,
porque el Evangelio comienza a penetrar en su corazón.

Felices ustedes si son capaces de interpretar
siempre con benevolencia las actitudes de los demás
aún cuando las apariencias sean contrarias.
Pasarán por ingenuos: es el precio de la caridad.

Felices sobretodo, ustedes,
si saben reconocer al Señor en todos los que encuentran
entonces habrán hallado la paz y la verdadera sabiduría.


SANTO TOMAS DE MORO