jueves, 3 de febrero de 2011

Un regalo...


Hace apenas unos días conocí al Padre Francisco del Convento de San Francisco... Quién con una enorme ternura me cuenta sobre su huerta y los logros, sobre los pájaros que comen las uvas de la parra, sobre los insectos... Me habló de su nombre, después me habló del mío "Mabel, es la conjunción de María e Isabel", yo nunca había escuchado eso, y pensé, que no es casual, María es la amadísima madre de Jesús, María se llaman mis mejores amigas, Isabel era el nombre de mi queridísima e inolvidable Tía y Madrina... No es casual...Mi nombre me ensambla con amores del alma, es una ratificación de los sentimientos... y el Padre Franscico, ayer me regaló un decenario, hermoso regalo, es un pequeño Rosario con diez semillas y una cruz, con el que se puede seguir el rezo de un misterio, un decenario que hace con sus manos cansadas y limitadas por un problema de salud, pero me lo regaló desde el corazón y con el mío lo recibí, lo bendijo, y me dijo al darmelo: "Llevalo con vos, rezale por donde estés, en el colectivo, en la cola del banco, donde sea. Hay que rezar mucho, porque el tiempo pasa pronto y no tenemos mucho"
Todo me lo dijo con una sonrisa muy calida y dulce, y agregó "Rezá muchos GLORIA, SE NECESITA, y buscá en tu computadora las Bienaventuranzas de Tomás Moro", Y me las empezó a recitar:
"Felices los que saben reírse de sí mismos,
porque nunca terminarán de divertirse.
Felices los que saben distinguir una montaña de una piedrita,
porque evitarán muchos inconvenientes..."
-Buscalas y leelas y tenelas a mano, me dijo mientras se despedía.
Agradecí mucho, mucho, y me pareció que me quedé corta, nuestra charla es a través de una ventana, con reja, pero de algo estoy segura, algo más nos conecta, Dios sabe muy bien lo que hace, y éstas personas hermosas que aparecen en mi vida son regalos cotidianos, iluminan mi alma, y me despiertan la esperanza...
Mabel Ieraci.-

EL GUSTO DE VIVIR
Felices los que saben reírse de sí mismos,
porque nunca terminarán de divertirse.

Felices los que saben distinguir una montaña de una piedrita,
porque evitarán muchos inconvenientes.

Felices los que saben descansar y dormir sin buscar excusas porque
llegarán a ser sabios.

Felices los que saben escuchar y callar,
porque aprenderán cosas nuevas.

Felices los que son suficientemente inteligentes,
como para no tomarse en serio,
porque serán apreciados por quienes los rodean.

Felices los que están atentos a las necesidades de los demás,
sin sentirse indispensables,
porque serán distribuidores de alegría.

Felices los que saben mirar con seriedad las pequeñas cosas
y tranquilidad las cosas grandes,
porque irán lejos en la vida.

Felices los que saben apreciar una sonrisa
y olvidar un desprecio,
porque su camino será pleno de sol.

Felices los que piensan antes de actuar
y rezan antes de pensar,
porque no se turbarán por los imprevisible.

Felices ustedes si saben callar y ójala sonreir
cuando se les quita la palabra,
se los contradice o cuando les pisan los pies,
porque el Evangelio comienza a penetrar en su corazón.

Felices ustedes si son capaces de interpretar
siempre con benevolencia las actitudes de los demás
aún cuando las apariencias sean contrarias.
Pasarán por ingenuos: es el precio de la caridad.

Felices sobretodo, ustedes,
si saben reconocer al Señor en todos los que encuentran
entonces habrán hallado la paz y la verdadera sabiduría.


SANTO TOMAS DE MORO